Este macho alfa llamado Donato Di Camillo ha ido ganado reconocimiento como fotógrafo en Nueva York, donde reside. Pero no acudió a ninguna escuela, ni tuvo un maestro cerca que le enseñara a manejar una cámara.
Es un fotógrafo autodidacta, conocido por sus retratos, sobre todo de rostros de personas y personajes. Pero lo que hace que su carrera se destaque es que él aprendió a manejar la cámara en un lugar bastante inusual: en la prisión. Así es.
No es de extrañar, ahora Di Camillo evita asociarse con sus errores del pasado, por lo que comparte muy pocos detalles acerca de su encarcelamiento, excepto por el hecho de que pasó incontables horas leyendo todos los libros sobre fotografía que pudiera tener en sus manos.
Pero este pasado de algún modo se sigue reflejando, pues sus fotografías no son exactamente de la parte glamorosa de Nueva York, sino de esa otra realidad que lucha por subsistir al lado de todo lo que implica “La Gran Manzana”.
“Cuando era niño fui testigo de una gran cantidad de cosas traumáticas. Vi a mi primer amigo morir a la edad de nueve, justo bajo mis pies”.
Su amigo murió atropellado por un coche mientras jugaban en la calle. Ya en 1978 y 1980, Brooklyn era un lugar implacable, y explica el artista: “tenía que aprender a pensar rápido y a utilizar mi instinto para andar por las calles”.
La serie de fotografías de Donato se refiere a “la gente en los márgenes de la sociedad”, una descripción que utiliza para sí mismo también.
Su vida le ha inspirado para hacer fotografía de la calle, y como él explica, simplemente eso es “algo que sentí que tenía que hacer”.
“Existen subculturas autoproclamadas en la periferia de Coney Island. Son viajeros y gente que salta a los trenes, que encontrado los medios para mantener una vida en contra de las reglas sociales”.
Niños, jóvenes, ancianos, hombres, mujeres, todos caben en la lente de Donato.
Recorriendo calles, plazas, la playa, Donato ha encontrado una manera de expresarse, pero también de darles vida, de ponerles rostro a todas esas personas que poco a poco va consumiendo la gran ciudad.
A través de su trabajo fotográfico, no solo ha captado el momento, sino que va más allá y se entera de las historias que hay detrás de cada una de esas caras.
Ojalá este ejemplo sea tomado en cuenta por más personas que están en la cárcel, y encuentren nuevas posibilidades para su vida a través de una actividad artística.
