Con el paso del tiempo, el arte corporal ha ido normalizándose cada vez más, por lo que es bastante común ver personas tatuadas por la calle. Sin embargo, es una práctica que sigue albergando tabúes, pues mientras a algunos les aplauden verse bien con muchos tatuajes, otros son vetados de espacios por cómo lucen.
Tal es el caso de Melissa Sloan, una mujer británica con más de 800 tatuajes que ha enfrentado discriminación y hasta violencia física por verse diferente. El problema ha llegado tan lejos que, incluso, no le permiten entrar a la escuela para ver a sus hijos en actividades escolares y tiene que observarlos desde la ventana.
La madre de familia de 46 años confesó que se hizo su primer tattoo a los 20 años y agregó que le gustó el dolor pero no volvió a hacerse ningún otro hasta que, cierto día, despertó con ganas de marcarse el rostro. Así comenzó su adicción por la tinta, que la incita a tatuarse tres veces por semana.
Sin embargo, con cada tatuaje artesanal “estilo prisión” que se hizo, más se ganó miradas desconfiadas y, finalmente, ser vetada de bares y recintos estudiantiles. Su frustración ha llegado tan lejos que declaró que ha pensado en el suicidio como única opción, pero la mantiene fuerte pensar que puede obtener un récord Guinness por su dedicación con la tinta.
A veces quiero suicidarme. Es muy desagradable, a la gente no le gusto. Cuando me miran creen que soy problemática y pasan de largo. Nunca seré aceptada, pero si la gente se tomara la molestia de pasar un día conmigo sabría que soy alguien agradable.
Para buena suerte de Melissa, su historia ha llegado a varios medios como TheDailyStar, quienes la ayudaron a regresar a su bar favorito, donde la atendieron con respeto y nadie se levantó de su asiento para alejarse de ella. Su siguiente meta es que le permitan el acceso a la escuela de sus hijos.