La partida de la reina Isabel II dio paso a una nueva etapa en la historia de su país, pero hay algo que parece que nunca cambiara: la gente que se encarga del bienestar y la seguridad de los de arriba no reciben las mismas consideraciones que estos. Las fuerzas armadas de Reino Unido están viviendo en condiciones patéticas y vergonzosas en comparación con el lujo y comodidad con que vive la familia real. Es más, en opinión de los soldados, hasta los malandrines presos en las cárceles viven en condiciones más higiénicas que ellos.
La penosa situación concierne en particular al actual rey Carlos III, cuya coronación está prevista para el 6 de mayo de 2023 y quien le debe su seguridad a los soldados de cinco distintos cuerpos del ejército viviendo en Wellington. Aparentemente, al monarca le da igual que sus leales súbditos vivan entre heces, orines, basura y sabandijas muertas mientras a él no le llegue el olor.
Viviendo peor que prisioneros: condiciones de horror
Hogar de cinco de los regimientos más icónicos e importantes del ejército británico, los soldados alojados en Wellington no solo tienen como propósito mantener el bienestar y la integridad de la realeza, sino también entrarle al show en las ceremonias de la familia real, pero fotos escandalosas e increíbles de las insalubres, descuidadas y deterioradas instalaciones en que los soldados tienen que morar sorprenden a propios y extraños.
Las condiciones hacinadas en las que tienen que vivir los guardias de la guardia Coldstream, la Grenadier, la Irlandesa, la Escocesa y la Galesa son infrahumanas. El cerca de medio millar de militares que llaman a las barracas “hogar, sucio hogar”, tienen que sufrir, según reportes, de pilas de basura, acumulación de desechos sanitarios y desorden, aunado a infestación de plagas y cadáveres de rata y palomas en cada rincón. A su parecer, “hasta los prisioneros en Reino Unido viven en mejores condiciones” que ellos.
“Animales muertos en todos lados”: el hedor es tal que los hombres del rey están renunciando
Los soldados en las barracas de Wellington viven en bloques, con hasta 32 soldados compartiendo seis inodoros y dos baños entre todos. La limpieza de urgencia tenía que ser llevada a cabo por los soldados mientras cumplían con sus otras obligaciones. El hedor de los baños se dice omnipresente e insoportable, lo que hace juego con las pilas de basura que quedan acumuladas en las áreas de habitaciones y con el pésimo mantenimiento del edificio en general.
Las barracas, diseñadas en 1830, deben haber tenido su último mantenimiento allá por el siglo XIX dado que sus terribles condiciones han orillado a hombres leales a abandonar su carrera en la milicia debido a que no soportan el olor y las condiciones insalubres en las que tienen que retirar bichos muertos de sus alojamientos para descansar de su ardua chamba. Un exintegrante de la guardia Coldstream abandonó su carrera por las condiciones de vida insufribles y otro exmilitar reportó que su salario de apenas 30 400 dólares al año se ha duplicado desde que se dedica a seguridad privada.
Una vergüenza nacional: realeza ingrata
Se ha revelado que un contratista del Ministerio de Defensa británico no ha cumplido con unas 10 535 obligaciones de reparaciones urgentes a instalaciones del ejército, mientras que la contratista Vivo falló en proveer unas 4041 desde abril de 2022. Además, unos 44 mil elementos de las fuerzas armadas viven en instalaciones calificadas como “Grado 4”, la peor y más pobre clasificación del ministerio.
Dada la intachable devoción a la familia real por parte de las fuerzas armadas residentes en las barracas de Wellington, resulta increíble y penoso el modo en que son tratados sus efectivos. Entre salarios bajos, repugnantes condiciones de vida y una negligencia criminal al cuidar de la vida de quienes cuidan al pueblo inglés y a su no muy agradecida realeza, el Ministerio de Defensa ha prometido invertir unos 2200 millones de dólares durante la próxima década para “mejorar las condiciones de vida de los soldados”. Solo queda ver si Carlos III cuidará de quienes velan por él.