El clásico enigma “¿qué fue primero, el huevo o la gallina?” fue utilizado por primera vez, según se dice, por Aristóteles, quien quería ilustrar los principios de acto y potencia. En la cultura popular, tratar de responder la cuestión redunda en una “victoria pírrica”, es decir, en algo inútil. Sin embargo, los científicos ya han definido su postura al respecto y parece que la cosa era menos difícil de lo que se pensaba.
Por mucho tiempo, la pregunta ha sido un modo de decir que es inútil hacer cuestionamientos sobre algo que no podemos comprobar, pero los científicos han empleado sus descubrimientos sobre la evolución de la vida en la Tierra, enfocándose en las gallinas, para asegurarnos que “el huevo fue primero”, aunque no era un huevo como lo conocemos hoy en día, yendo más allá del ejemplo paradigmático de la cuestión, los dinosaurios.
Existen muchas respuestas triviales a la cuestión, como las que consideran que el tiempo es cíclico o las que tienen que ver con las modernas gallinas, que provienen de alguna mutación de gallina primigenia y que, por lo tanto, podría decirse que el huevo vino primero porque su progenitora no era una gallina en regla.
Por supuesto, en esta última tradición, científicos respetados como Stephen Hawking y Christopher Langan explican que “las especies que ponen huevos, como los dinosaurios, existen mucho antes que las gallinas” y, según investigaciones biológicas, los dinosaurios están entre los ancestros de las gallinas. Tarán, misterio resuelto.
En uno de los más recientes intentos de sacar al mundo de la duda se fue “más atrás” que la época de los dinosaurios, metiendo en la ecuación a los antepasados comunes de dinosaurios, o sea, los mamíferos y, por supuesto, los reptiles modernos y las aves, y se cree que esos ancestros de millones de años antes que los dinosaurios ni siquiera ponían huevos.
Según esa investigación, los huevos como los conocemos son una adaptación muy posterior de los sistemas reproductivos de los amniotas primitivos que no contaban con ese mecanismo y que se desarrolló luego de que se pasó de un desarrollo de sus embriones en cuatro capas a una reproducción ovípara que permitiera la conservación de líquidos en un medio seco y terrestre. Así, los primeros antepasados de las gallinas ni siquiera necesitaron huevos para reproducirse.
Pero ¿qué tal si esa no era la pregunta realmente? Por ejemplo, si reformulamos la pregunta a “¿Qué fue primero, el ser vivo o la célula primigenia que dio lugar al ser vivo?”, la cuestión deja de preocuparse por categorías biológicas como “gallinas”, “dinosaurios” o “amniotas” y abre la puerta incluso a otros reinos como el Fungi, Vegetal, Protoctista y Monera, haciendo la pregunta más difícil de responder pero quizá teniendo mayor cercanía con sus inicios filosóficos en las reflexiones de Aristóteles.
Así, puede ser que tengamos una respuesta científica “satisfactoria” que nos resuelva el asunto de las aves de corral de un modo claro y conciso, pero si realmente nos remontamos a los orígenes de la vida, la respuesta podría simplemente parecer insuficiente.