En Parikkala, Finlandia, un pequeño pueblo a cuatro minutos en auto de la frontera con Rusia, vivió Veijo Rönkkönen (1944-2010). Veijo fue un prolífico escultor que por más de 40 años realizó alrededor de 560 obras que fue colocando minuciosamente en el bosque que rodeaba su casa. Aunque no fue muy popular en vida, después de su muerte se descubrieron sus piezas, las cuales representaban figuras humanas de distintas edades y etnias en escenas de juego, atletismo y agonía.
Durante su juventud, Veijo comenzó a trabajar en una fábrica de papel y, más o menos por esa época, comenzó a hacer esculturas, completando su primer trabajo en 1961. El artista no tomó clases de escultura ni de plástica, toda su formación fue autodidacta, pero eso le bastó para que, con el paso de los años, concretara más de medio millar de obras.
Lo que más sorprende de las esculturas de Veijo son sus expresiones, pues algunos rostros pueden ir desde la inocencia de un niño hasta la agonía explícita, pasando por aquellos con ojos hundidos, algunos perdidos en sí mismos, otros con vistas en el horizonte y unos cuantos diseñados para que parezca que sus ojos te están viendo. Además, algunas de las esculturas tienen dentaduras humanas reales que forman parte de su estructura.
Veijo se consideraba una persona asocial, por lo que disfrutaba de sus largos periodos a solas. Aunque cualquier persona podía acercarse a su casa a ver las esculturas, no era un hombre a quien le gustaba recibirlos y salir a su encuentro a conversar con ellos, solo los dejaba que paseaban por su tétrico museo al aire libre. Sin embargo, les pedía que firmaran el libro de visitas.
Debido a que muchos museos se interesaron en exponer sus obras, él siempre se pronunció al respecto diciendo que “tendría que hablarlo con las estatuas”. Después de su muerte, las estatuas parecen seguir negándose a salir del bosque porque ninguna se ha movido de su sitio. Esto no quiere decir que no haya tenido un reconocimiento, pues en 2007 ganó el premio nacional cultural. Sin embargo, no fue a recogerlo porque no quería salir de su casa, su hermano lo recibió por él.
Sus esculturas, dentro del arte contemporáneo-folk, son las más importantes de Finlandia, están hechas de cemento y cada una de ellas es única. Más de 200 de ellas están en un pose de yoga y se dice que la mayoría son autorretratos como un homenaje a su cuerpo cuando era joven, otras realizan actividades como observar el paisaje, jugar, practicar gimnasia o lavar la ropa. En ellas se ve el paso del tiempo del propio creador, quien se manifiesta desde su imagen infantil hasta llegar a rasgos de su vejez.
El espacio se ha convertido en el principal centro de arte popular contemporáneo del país y recibe hasta 30 mil visitantes por año, quienes podrán encontrar una variedad de colores y formas en las esculturas del artista.
Posterior a la repentina muerte del autor, el futuro del parque estaba en juego, pero el lugar fue comprado por el constructor industrial Reino Uusitalo, quien comenzó con varios de los procesos de restauración. Actualmente, el museo no recibe un financiamiento, por lo que se mantiene solo de las aportaciones de la taquilla para entrar. Entre 2011 y 2014, el proyecto estuvo financiado por la Unión Europea, lo que permitió el mantenimiento del parque, así como la renovación e inventariado de las obras.
Las tarifas son accesibles y se encuentran en el promedio de los museos europeos, con un costo para los adultos de cinco euros, mientras que los niños solo pagan dos euros. Además, existen paquetes especiales para familias. Se le recomienda a los visitantes llevar su linternas, ya que el lugar no cuenta con iluminación. “Moverse es bajo su propio riesgo”, advierte la página oficial del museo.