¿Te has puesto a pensar un momento en todo lo que consumes y el impacto que esto tiene en el medio ambiente? Cada producto que traemos del supermercado, cómo fue producido y hasta la forma en que lo transportamos a casa tiene consecuencias y deja una huella de carbono de la que muchas veces no nos hacemos responsables. Todos tenemos parte en el cambio climático, pero el estilo de vida de las personas millonarias es donde se concentra el golpe más duro.
Stefan Gössling, un académico sueco impulsor del turismo sustentable, y su equipo de trabajo analizaron los perfiles en redes sociales de celebridades millonarias y llegaron a una pronta conclusión: viajan mucho. Uno de ellos fue Bill Gates, un constante defensor del medio ambiente, quien tan solo en 2017 realizó 59 vuelos y cubrió una distancia de 343 500 kilómetros, es decir, viajó ocho veces por todo el mundo. Además, generó más de 1600 toneladas de gases de efecto invernadero, lo equivalente al promedio de 105 estadounidenses.
Viajar en avión es una constante en las personas con dinero. Sin embargo, no contemplan que realizar esta actividad contamina demasiado. De acuerdo a un informe de 2020 de Oxfam y al Instituto del Medio Ambiente de Estocolmo, tan solo el 10 por ciento más rico del mundo generó más de la mitad de las emisiones globales entre 1990 y 2015. Además, en este mismo periodo, el uno por ciento más rico fue el responsable del 15 por ciento de las emisiones, casi el doble que el 50 por ciento más pobre del mundo, que fue el responsable del 7 por ciento.
Cuanto mayor sea su huella de carbono, mayor será su deber moral.
—Greta Thunberg en The Guardian en 2019.
Pero todo esto parte de los estilos de vida, que no existen en el vacío, sino que se modelan con el contexto. Es decir, las personas ricas indican el tono de consumo al que todos aspiran. Si “un mejor estilo de vida” conlleva viajar en avión, tener autos de lujo o electrodomésticos que lo hagan todo, la aspiración marca un rumbo hacia ese estatus. Sin embargo, según Halina Szejnwald Brown, profesora emérita de ciencias y políticas ambientales en la Universidad de Clark en Estados Unidos, “ahí es donde están los efectos tóxicos”.
Por ejemplo, ¿cuántas personas tienen la oportunidad de viajar en avión? Realmente pocas. Más del 90 por ciento de la población mundial nunca ha viajado en avión y solo el 1 por ciento de la población es responsable del 50 por ciento de las emisiones de los vuelos. Así como los vuelos, están otros productos del “consumo privilegiado”. En Europa, casi el 11 por ciento de las emisiones de la vivienda provienen del 1 por ciento de los mayores emisores que poseen muchas casas y muy grandes.
Debemos girar el rumbo para tener cambios realmente significativos en los estilos de vida. En Suecia, los movimientos de Thunberg han inspirado el flyskam, palabra sueca que quiere decir “vergüenza de vuelo”. El país ha tenido una reducción del 4 por ciento de los vuelos que parten de los aeropuertos de Suecia en 2018. Además, la pandemia ha demostrado que se pueden tener reuniones virtuales en lugar de las presenciales, lo que también ha reducido el impacto en la contaminación al ser menores los traslados en coche.
Otras acciones que partan del gobierno como órgano regulador pueden ayudar a establecer políticas más duras en el cuidado del medio ambiente, como los impuestos sobre los comportamientos insostenibles. Los vuelos frecuentes y el consumo de carne excesivo podrían ser un ejemplo de esto. Varios lugares como Irlanda, Francia o California han intentado aplicar una Asignación de Carbono Personal (PCA) con la que se limite y regule las emisiones con una cantidad de carbono igualitaria y negociable, pero no ha sido una forma viable.
Un PCA es atractivo en un nivel porque deja muy claro cuáles son nuestros derechos per cápita es una versión extrema de individualizar la responsabilidad.
—Peter Newell, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Sussex
Una forma de responsabilidad social es que como sociedad exijamos a los gobernantes y representantes verdaderas políticas públicas que se implementen para el beneficio del medio ambiente y, por ende, de la propia salud de la sociedad. Crear redes de transporte público rápidas, extensas y asequibles, descarbonizar la electricidad; construir viviendas más densas y bien aisladas; prohibir el uso de automóviles a gasolina y reducir los días laborales, pueden ser una buenas medidas de entrada.
Pero lo más importante es ser conscientes de nuestro propio consumo y de la huella ambiental que este tiene. Las acciones personales también cuentan y son importantes.
Creo que todos deberíamos convertirnos en activistas políticos de una forma u otra. Lo que vamos a hacer es ir tras nuestros gobiernos de manera deliberada y decisiva y pedirles que cumplan con sus compromisos.
—Szejnwald Brown